MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS CON OCASIÓN DE LA BEATIFICACIÓN DE MONS. OSCAR ROMERO
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Beato: Mons. Arnulfo Romero |
1.
Con sentido de
fraterna comunión, compartimos la alegría de la Iglesia en El Salvador, del
pueblo salvadoreño y latinoamericano por el anuncio de la Beatificación del
recordado y querido Mons. Oscar Arnulfo
Romero, Arzobispo de San Salvador. Su ejemplo de santidad, caridad y
compromiso pastoral siempre han sido reconocidos por la Iglesia y la sociedad
en América Latina. Fue eminentemente un pastor y profeta, quien denunció las
injusticias contra el pueblo pobre y terminó dando su vida por él como lo hizo
Cristo por la humanidad. Su estatura espiritual no debe reducirse al nivel
político. Queremos destacar lo auténticamente cristiano en él, para así motivar
la imitación por parte de todos nosotros: hombre de pueblo, pastor de la
Iglesia y testigo del Resucitado.
a.
Hombre de pueblo.
2.
Mons. Romero fue un
hombre de pueblo. Como tal, supo vivir su fe y las consecuencias de su bautismo
con sentido de pertenencia a su gente. Su sencillez y austeridad le permitieron
tener los sentimientos de quienes componían la sociedad salvadoreña. En
especial, su preocupación por los pobres le abrió las puertas a una aceptación
por parte de quienes sentían la necesidad de un acompañamiento pastoral y a ser
voz de los excluidos, perseguidos y menospreciados. Su vocación profética lo
llevó a denunciar las injusticias los horrores de la dictadura y sus desmanes;
no fue totalmente aceptada y generó incomprensiones, calumnias y amenazas que desembocaron
en su martirio.
3.
La Iglesia reconoce
su fe, vivida como miembro del pueblo de Dios. Pudo ganarse la confianza de su
gente como lo expresó Él mismo: “me glorío de estar en medio de mi pueblo y
sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su
obispo, la esperanza” (Homilía del 25.9.1977) El ejemplo de Mons.
Romero nos impulsa a poner en práctica la enseñanza del Papa Francisco: “La
Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblos: “Ustedes, que
en otro tiempo no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios” (1Pe 2,10). Para ser
evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de
estar cerca de la vida de fe de la gente, hasta el punto de descubrir que eso
es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo” (E.G. 268). En este sentido, Mons.
Romero es un ejemplo bien claro a imitar.
a.
Pastor de la Iglesia.
4.
La fe la vivió
también como pastor de la Iglesia. Sacerdote a carta cabal y de gran celo
apostólico, en todo momento se caracterizó por ser un pastor bueno. Su gente
sabía que su entrega era la garantía de su servicio como Obispo. Su amor de
pastor, al igual que lo hizo Jesús, lo llevó a ser solidario con todos. Él mismo afirma: “Lo que importa son ustedes, las
personas, los corazones, la gracia de Dios dándoles la verdad y la vida de Dios”
(Homilía del 19.12.1977). Sin abandonar nunca su preocupación por la justicia y
la defensa de su pueblo, fue un pastor que guió con mano certera a la Iglesia
por las sendas de la evangelización. Mons. Romero lo resaltó cuando dijo: “Si
nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les
quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva, que del
Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos latinoamericanos,
están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin
miedo” (Homilía del 22.4.1979).
5.
Su amor por la
Iglesia nos ayuda a imitarlo en el compromiso evangelizador el cual exige el
acompañamiento del pueblo de Dios. Así nos lo sugiere hoy el Papa Francisco: “En
una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada
por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad
malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y
detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros
ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de
la presencia cercana de Jesús y su mirada personal” (E.G. 169). Con su
testimonio de pastor de la Iglesia, Mons. Romero nos alienta a seguir asumiendo
los desafíos de la Nueva Evangelización.
b.
Testigo del Resucitado.
6. Por otra parte,
su estrecha comunión con Cristo fue lo que guió su vida y su ministerio. La
dimensión pascual iluminó su existencia y quehacer pastoral. Hombre de oración
con un profundo amor eucarístico y devoción mariana; Mons. Romero debe ser
considerado como testigo del Resucitado. No sintió reparo ante las dificultades
ni siquiera ante las amenazas de muerte. Estas fueron asumidas dentro del marco
de una identificación con el Señor Jesús. Para ello se nutrió con una
espiritualidad auténticamente evangélica. Esto lo llevó a afirmar “queremos
ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor
Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz”
(Homilía del 27.11.1977).
7
El martirio de
Mons. Romero es expresión de la Pascua del Señor Jesús. Hoy, cuando
numerosísimos cristianos en el mundo están siendo perseguidos y martirizados,
hemos de tomar conciencia de la urgente solidaridad con todos ellos. Esta no
debe limitarse a expresiones emotivas ni a fórmulas protocolares. Ante todo
debe traducirse en un compromiso de testimonio convincente. Motivados por la
entrega de estos nuevos mártires y de Mons. Romero podremos, ciertamente,
pensar que la fuerza del Resucitado sigue siendo determinante y creadora de la
novedad del reino: “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que
ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes
vuelven a aparecer los brotes de la resurrección” (E.G. 276)
8.
La Beatificación de
Mons. Oscar Romero, además de ser motivo de alegría para nuestros pueblos, es
una bendición para la Iglesia en América Latina. Damos gracias al Santo Padre
Francisco por habernos concedido este hermoso regalo, con lo cual nos sentimos
invitados a ser santos como el Señor lo es (cf. Lev 19,2). Es una bella oportunidad para reafirmar
la misión de la Iglesia: “Esta es la misión de la Iglesia: despertar,
como lo estoy haciendo en este momento, el sentido espiritual de su vida, el
valor divino de sus acciones humanas” (Homilía del 20.08.1978) En
nuestras comunidades, por medio de variadas acciones, celebraremos la
Beatificación de Mons. Romero, destacando que es un modelo de vida cristiana
para todos.
Al hermano pueblo
de El Salvador vaya la seguridad de nuestro aprecio y solidaridad en la fe y en
la esperanza y la reafirmación de nuestra comunión en la caridad. Que Cristo,
el Salvador, por intercesión de su amorosa Madre, nos conceda la fuerza de su
Espíritu para seguir caminado por las sendas de la santidad.
Con nuestra
Bendición.
Caracas,
15 de abril del año 2015.
Emmo.
Sr. Cardenal
Jorge
Urosa Savino
Arzobispo
de Caracas
Presidente
de Honor de la CEV
XDiego Rafael Padrón Sánchez
Arzobispo de Cumaná
Presidente de
|
XJosé Luis
Azuaje Ayala
Obispo de Barinas
1° Vicepresidente de
|
XMario Moronta Rodríguez
Obispo de San Cristóbal
2° Vicepresidente de
|
Pbro. Víctor Hugo Basabe
Secretario General de la CEV
|
Fuente: Departamento de Medios de Comunicación CEV
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