EXHORTACIÓN CUARESMAL 2015

Exhortación Cuaresmal 2015





Diócesis de Barinas
Gobierno Superior Eclesiástico
Curia Diocesana
Barinas - Venezuela

Queridos hermanos y hermanas.

La Cuaresma, tiempo de Gracia.

La Cuaresma es un tiempo de renovación espiritual y humana que tiene varias vertientes: 1.-es un “tiempo de gracia” (2 Co 6,2) donde la presencia de Dios se fortalece entregándonos su amor: “nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19); 2.-es un tiempo de conversión, de cambio de mentalidad en lo referente a nuestra idea de Dios, tantas veces nos hemos hecho un Dios a nuestra imagen y no hemos asumido que somos nosotros los hechos a su imagen y semejanza; 3.-es un tiempo de estar “en salida”, un tiempo de compartir, de solidaridad con nuestros hermanos más necesitados, y particularmente en estos tiempos de precariedad e intranquilidad personal y social; 4.-es un tiempo de reconciliación, de sacar de nuestras entrañas cualquier odio o rencilla para que, sensatamente, dejemos entrar la responsabilidad por el otro; 5.-es un tiempo de reconocernos como personas que hacemos una historia común, merecedoras de todo el respeto y consideración; 6.-es un tiempo para participar de la gracia que Dios nos da en los sacramentos y en la escucha de su Palabra.


La Cuaresma es un tiempo para vivir en Cristo, para vivir de y en su amor. Es un “kairos” donde hacemos memoria de lo que Jesucristo ha hecho en y por nosotros, y de nuestra respuesta humana a la vida de gracia que nos ha ofrecido. Es volver a la sinceridad de nuestra adhesión en la fe, volver a dar vida al Credo, volver a sentir y asumir con responsabilidad la acción de la Iglesia en sus propuestas pastorales, especialmente al sentido de comunión y solidaridad en el pueblo de Dios para el servicio a los hermanos y hermanas.

En Jesucristo, venceremos la globalización de la indiferencia.

El Papa Francisco en su mensaje cuaresmal de este año, nos anima a atender con la debida importancia a “uno de los desafíos más urgentes” en este tiempo: la globalización de la indiferencia. Él Santo Padre nos dice: “La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos; por eso necesitamos oír en cada cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan”. Como cristianos debemos saber que “Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra”.

Esta globalización de la indiferencia sólo podremos vencerla, si confiamos en Dios Padre que nos ha enviado a su Hijo Jesucristo, y hoy nos pide volver a Él. Esta es la verdadera conversión: debemos creer a Jesucristo (Jn. 1,12; 10,26), recibirlo (Jn. 5,43), venir a Él (Jn. 5,40; 6,35.37.44.65), permanecer en Él (Jn. 15,4.7) y debemos, al mismo tiempo, creer a su Palabra (Jn. 5,24), recibirla (Jn. 12,48; 17,8), recibir su testimonio (Jn. 3,11), permanecer en su Palabra (Jn.8, 31.57). A Jesucristo lo conocemos a través de su propia Palabra, especialmente en los Evangelios, pero también por lo expresado de Él a lo largo de los siglos. Por eso, tenemos que adentrarnos al misterio amoroso de Dios a través del diálogo interpersonal (cf DV 2), para dejarnos interpelar y vivir de esa nutriente fundamental. Pero a Jesucristo también lo conocemos en el rostro de los pobres, de los humildes, de los sencillos, de aquellos que ponen su confianza y esperanza en el proyecto del Reino, en la construcción de la paz, la justicia y el amor, para un desarrollo humano integral y espiritual.
La fe, expresión sincera del creer.

La adhesión a Jesucristo la hacemos a través de la fe; en ella no puede haber individualismo ni individualidades, y se profesa en el seno de la Iglesia como comunidad de creyentes, casa y escuela de comunión. El Papa Benedicto XVI nos dice que “profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y ese “estar con él” nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree” (PF 10). Es el hecho de testimoniar con las obras lo que se profesa con las palabras y gestos (cf St. 2, 14-18).
Cuando se cree, todo cambia. El acto de creer anima un profundo proceso de conversión, de cambio de mentalidad, de cambio de horizonte en la vida. Es adentrarse al misterio de Dios, compartir su vida, dialogar con él, aunque siga siendo un misterio que escapa a nuestra comprensión; pero es allí donde ponemos nuestra confianza. Esto nos obliga y responsabiliza a los cristianos a entrar en una confrontación permanente con la realidad histórica de la injusticia y de la negación de la vida; nos introduce en el meollo de los problemas, de las dificultades, porque la fe vivida en medio de una sociedad que niega la posibilidad de vida “en abundancia” (cf. Jn 10,10) a los más pobres, siempre traerá consecuencias: difamación, persecución, desprecio y hasta violencia. En esos momentos seremos confortados por la Cruz de Cristo y la gran esperanza de su resurrección.

Tres realidades que hacen viva nuestra fe.

Nuestra vida cristiana se alimenta de la Palabra revelada, donde Dios mismo es quien nos habla: escuchemos su voz, pero desde el clamor del pueblo, desde sus desventuras, desde la pérdida de sus ilusiones, desde sus desencantos y el cansancio del día a día; también se alimenta de los sacramentos, como signos sensibles que expresan el amor y la gracia de Dios, como algo que está a nuestro alcance, que es humilde y expresa la sencillez de Dios; complementa esta riqueza de vida la Caridad, expresión de la ternura de Dios por nosotros; por eso la Iglesia propone en la cuaresma la realización de la Campaña Compartir en su año trigésimo quinto, como expresión de nuestra hermandad con los más necesitados. Este año 2015 la Campaña está orientada a la promoción de la salud de los venezolanos, conociendo la precariedad y el deterioro de la salud en el país y las angustias vividas por tantos enfermos, así como por sus familiares, en las horas críticas de la vida. El lema de la Campaña es: “Acogemos tu vida, mejoremos tu salud”. Exhorto a todas las parroquias de la Diócesis, a organizar durante el tiempo de Cuaresma esta campaña de sensibilización y, en lo posible, dejar una obra social parroquial en torno a esta realidad.


Estas tres realidades suponen responsabilidades: particularmente la promoción y defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, lo que implica que toda violencia a un ser humano, clama al cielo, es una injusticia, resquebraja el orden natural de la vida. Igualmente implica la atención a los más necesitados, a los enfermos, renovando la opción preferencial por los pobres, sabiendo que ellos y ellas son personas que nos acercan a Dios porque reflejan el rostro de Cristo Sufriente. Necesitamos muchos promotores y cultores de la paz y la justicia. Vivimos momentos de mucha incertidumbre e intranquilidad social, no se quiere asumir las propias responsabilidades en la problemática que viven nuestras familias y comunidades, y que afecta a los más pobres, extendiéndose esto a una descomposición en el tejido social; hay necesidad de sensatez y diálogo para el desarrollo integral de todos. Es necesario el perdón y la rectificación. Cuaresma es tiempo de sincerarnos como pueblo de Dios, de abrirnos a la verdad, de saber que todos debemos ser actores en la construcción de los valores necesarios para seguir caminando en Democracia, en Libertad, en Derechos, en el respeto a las personas por parte de las Instituciones, particularmente las que tienen que ver con el valor de la justicia. Abrirse al otro, reconocerlo como persona, afianzar alianzas personales y estratégicas que fomenten la unidad y la paz, es una necesidad imperante en este tiempo. Es urgente sentirnos ciudadanos.

Una Iglesia “en salida”, reflejo de la misericordia de Dios.

Queridos hermanos y hermanas. El Papa Francisco nos ha invitado a transformar nuestra Iglesia de forma que esté siempre dispuesta a “salir”, “peregrinar” para atender y servir a las periferias existenciales donde se decide la vida. Pero nos invita a hacerlo con misericordia y ternura, confiando en Cristo Jesús y en ese maravilloso invento salido de su Espíritu como es la Iglesia, Madre y Maestra, compañera de camino. Esta Iglesia que la componemos todos y donde tenemos derecho a participar desde la misión evangelizadora que empieza por la familia para seguir en la comunidad, el Estado y la Nación. Nadie debe sentirse excluido. Confiando siempre en la fuerza del Espíritu sabremos dar razón de nuestra esperanza.

María Santísima del Pilar nos acompañará en esta Cuaresma. Ella es la madre buena y noble, que con valentía defendió a los humildes y sencillos, supo asumir su servicio materno para con su Hijo Jesús y hoy con nosotros. Acudamos con confianza a ella que sabe de sufrimientos y alegrías, así como de servicio a los necesitados. Ella nos recuerda que no debemos olvidar a los enfermos, a los niños y niñas echados a la suerte de la sociedad, a los explotados en las diversas tareas del mundo del trabajo, sin seguridad social, a las nuevas familias sin vivienda ni proyectos, a los que han perdido la esperanza, a los que están desencantados, a los que no tienen libertad y a los que viven sin Dios. Como cristianos salgamos a su encuentro en el amor. Seamos como María, Compañeros de Camino, para darles lo más precioso que tenemos: Jesucristo.


Con mi bendición.
Barinas, 18 de marzo 2015


+José Luis Azuaje Ayala.
Obispo de Barinas.
1er Vicepresidente de la CEV

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